
Echándole un vistazo al álbum familiar, miro esta foto y me vienen a la mente muchos y variados recuerdos… Son mis dos hijos y mi hija; y también me vienen recuerdos de algo que hemos experimentado muchas -me atrevería a decir la gran mayoría- de las madres: cómo diantres integrar el desarrollo profesional con las responsabilidades familiares.
Hablar de la maternidad con relación al reto profesional en un artículo es casi imposible. Podría ser, tranquilamente, el contenido de un libro entero. De hecho, la maternidad ha sido, y sigue siendo, la traba principal para muchas mujeres en su desarrollo profesional.
Hay disponible una gran cantidad de estudios que refrendan esta afirmación. Por ejemplo, mira este del Observatorio Social de “la Caixa”. Según su investigación, una mujer con descendencia tiene el 35,9% menos de posibilidades de acceder a una entrevista de trabajo que los varones, a igual currículum y mismo número de hijos.
Lo cierto es que, en términos generales, la sociedad no está preparada para que la mujer pueda criar y trabajar. Y esto hace que muchas mujeres profesionales se vean abocadas a una sensación de desborde agotadora. Las opciones para compatibilizar ambas responsabilidades son las que son: externalización de cuidados, ayuda de familiares, compartir responsabilidades con la pareja, el teletrabajo y que, con suerte, la empresa tenga políticas de apoyo como flexibilidad horaria o reducción de jornada. Aun así, la sobrecarga para la mujer puede ser significativa… ¿Te suena el síndrome de la carga mental?
Aparte del contexto social, existe otro aspecto muy limitante: el doble sentimiento de culpa que suele acarrear la maternidad para la mujer profesional. Por un lado, sentimiento de culpa hacia el trabajo y por otro, sentimiento de culpa hacia la crianza. O, dicho de otra forma, sentimiento de culpa por ser mala madre y mala profesional.
El sentimiento de culpa consiste en creer que una no ha actuado correctamente o que no ha cumplido con las expectativas de otras personas o de una misma. La culpa puede generarse tanto por voces externas como internas. Y ambas son igual de destructivas.
Recuerdo que, cuando mi hijo mayor tenía seis meses de edad, me fui por trabajo a Brasil. Estuve dando clases en un par de universidades y lo rememoro como una experiencia maravillosa y muy enriquecedora. Y también es cierto que la escena de despedida en el aeropuerto me quedó bien grabada… Yo pasando el control de seguridad y mi pareja al otro lado con el bebé sentadito en el cochecito. Sabía que todo estaba bien, pero no pude evitar un cierto sentimiento de culpabilidad. Irte a diez mil quilómetros de distancia de tu bebé, ¿es algo que hace una buena madre? Tampoco ayudaron los comentarios previos de mi mamá y de algunas amigas: ¿tienes que irte justo ahora? ¿Por qué no lo dejas para más adelante y te dedicas a tu hijo que tanto te necesita? Caramba, ¡es que la oportunidad se presenta cuando se presenta!
"Una mujer con descendencia tiene el 35,9% menos de posibilidades de acceder a una entrevista de trabajo que los varones, a igual currículum y mismo número de hijos"
En la maternidad, los sesgos inconscientes y los estereotipos se muestran con mucha crudeza y son torturadores para muchas mujeres. Nuestra sociedad se ha ocupado en moldear y ofrecer una imagen muy concreta de qué es ser una buena madre y unas y otros la hemos interiorizado en mayor o menor medida.
Soy madre biológica de un niño y una niña y madre adoptiva de otro. Tres maternidades que he vivido de forma bien distinta. Tras mi propia experiencia y acompañando a mujeres profesionales, constato que no existe ni una sola maternidad igual.
Aun así, hay ciertos aspectos que surgen de forma repetitiva y que pueden llegar a ser muy invalidantes en el desarrollo de la carrera profesional. Te cuento.
Uno ya mencionado es la culpa. Una emoción que puede resultar tremendamente destructiva. Es ese venenoso sentir perpetuo de no estar haciendo bien las cosas.
El miedo es otra de las emociones presentes en la maternidad. Y tiene toda la lógica esa presencia en un período donde las mujeres tenemos que lidiar con lo desconocido. Es un constante de asomarse a sensaciones y situaciones nuevas que van desde los cambios físicos y anímicos, al parto o a velar el florecer de una nueva vida. Y todo ello en un contexto laboral que muchas veces no sabe cómo tratar con esta circunstancia tan especial.
Otro aspecto nada desdeñable es esa tendencia a sentirse “rara”. Está vinculado con la modificación del aspecto físico, con el estar emocionalmente más susceptible, con el cambio de prioridades, con el abandono de antiguas convicciones. También con ese sentirse excluida o percibir que ya no formas parte de la tribu.
La necesidad de reaprender a gestionar el tiempo es otra de las cuestiones que se impone con la maternidad. Las obligaciones y tareas crecen exponencialmente y, necesariamente, hay que gestionar el tiempo de una forma distinta si no queremos que el síndrome de la carga mental nos devore.
Por último, ni qué decir de la necesidad que surge de establecer y gestionar límites. Si siempre es necesario, con la maternidad, este requerimiento se agudiza. Y la firmeza para llevarlo a cabo debe ser algo innegociable en esta faceta de nuestra vida.
Culpa, miedo, sentirme rara, gestionar el tiempo y poner límites es algo común a la mayoría de las mujeres que transitan la maternidad. Es muy importante darse cuenta e interiorizar que no es que nosotras “estemos mal”, sino que es el contexto social el que nos aboca a buena parte de estas emociones y sentimientos.
Desde el ámbito de las organizaciones, es nuestra responsabilidad entender y acompañar este maravilloso proceso que es dar a luz una nueva vida. Quiero contarte que cuando hago entrenamientos de mentoring maternal en las empresas, a menudo suelo preguntar a los hombres: ¿cómo tratáis a una mujer que regresa de su baja por maternidad? Y en un porcentaje muy elevado, la respuesta es: “pues normal, como si no hubiera pasado nada”; “Uuuummhhh! Es que sí ha pasado, como una especie de bomba atómica hormonal” Suele ser mi comentario…
Cada maternidad es distinta y cada mujer requiere de algo diferente. Así que, para mí, la conversación debería iniciarse con: ¡Enhorabuena! (siempre de corazón), ¿cómo te sientes? (preguntando con honestidad e interés sincero) y ¿qué necesitas de mí?, ¿en qué puedo ayudarte en este momento crucial para ti? (todavía con mayor sinceridad y humildad que las anteriores preguntas).
Que una sociedad racional y enfocada en el hacer como la nuestra no estigmatice algo tan maravilloso como la maternidad. Que sea motivo de celebración en todos los contextos y que sepamos acompañar al talento femenino en un momento tan especial. Solo requiere de cada quien conectar con nuestra propia humanidad.