De la limitación al pleno potencial
A menudo, cuando trabajo con personas talentosas, me vienen una y otra vez las mismas preguntas a la mente: ¿qué puede estar limitando su despliegue? ¿Por qué se inhibe y no comparte sus habilidades y dones? ¿Por qué no tiene consciencia de lo realmente valiosx que es? Con lo necesitada que está nuestra sociedad de talento comprometido...
Mi experiencia me lleva a clasificar esta especie de renuncia, a seguir evolucionando en cinco grandes bloques que se interrelacionan entre sí. A saber:
No atreverse a salir de la zona de confort. Traspasados los bordes de la zona de confort nos adentramos en un terreno de crecimiento ilimitado, es la zona de expansión. Pero a muchas personas, asomarse ahí les produce una incómoda sensación de desasosiego. Este es un territorio donde las reglas del juego no están nada claras y donde el manejo de la incertidumbre requiere cierta maestría.
Falta de autoconfianza. Subyaciendo al punto anterior, suele encontrase la falta de confianza en las propias capacidades que, en gran medida, suele ser infundada. Por múltiples motivos, nuestra confianza se va corroyendo y vamos cediendo a terceras personas la capacidad de otorgarnos valor.
Sobre exigencia. Cuando esta cesión de la valoración ocurre, entramos en competencia con nosotrxs mismxs y el esfuerzo por conseguir unos estándares absurdos e inalcanzables en múltiples ocasiones, puede resultar del todo extenuante. Vamos perdiendo energía que cada vez nos cuesta más reponer.
Miedo a sentirse juzgadx y al rechazo. Y, por si fuera poco, latente a todo el proceso descrito se encuentra ese miedo irracional a que nos juzguen y, muy especialmente, a una de sus consecuencias: sentirnos excluídxs del entorno donde nos desenvolvemos.
Por último, la falta de proactividad en la búsqueda de oportunidades es la visibilización de la secuencia de los puntos anteriores. Es la expresión de un proceso que va menguando nuestro desarrollo y que nos genera un profundo malestar.
De todos los antídotos que pueden contribuir a frenar esta espiral de replegamiento e inhibición de nuestro talento, escojo uno: la autoestima.
La autoestima mide lo querible que nos sentimos, por nosotrxs mismxs y por lxs demás. Y la buena noticia es que se programa y se reprograma si tenemos la firme intención de hacerlo.
Se trata de recordarle una y otra vez a nuestro cerebro momentos en que éramos queribles, trayendo a la memoria situaciones donde nos sentíamos bien, satisfechxs y orgullosxs de nosotrxs. Y, si es preciso, añadimos el factor externo, que no es más que pedirles a personas que nos aprecian que nos digan qué cualidades ven en nosotrxs y que, en muchas ocasiones, no somos capaces de apreciar por nuestra parte.
Más allá de la motivación de mejorar mi bienestar, te comparto una frase que una vez escuché y que, a mí particularmente, me ayuda a ponerme manos a la obra con mi autoestima:
“El acto egoísta más generoso que podemos hacer por los demás es amarnos a nosotrxs mismxs”.
Porque si nuestra autoestima crece, nuestro bienestar incrementa a la vez que emanamos energía positiva que repercute automáticamente en mejorar nuestro entorno. Y si nuestro entorno mejora, nuestro bienestar incrementa. He aquí una eficaz manera de sumergirnos en una espiral virtuosa.
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