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¿Cuál es tu verdad?



Mano con luces en la playa


Hace unos días estuve viendo en casa Un monstruo viene a verme, peliculón dirigido por Juan Antonio Bayona e interpretado magistralmente por Lewis MacDougall, Felicity Jones, Liam Neeson y Sigourney Waver. Atención si todavía no la has visto, pues voy a hacer un poquitín de spoiler. 😉


Conor O’Malley, un chico inglés de 13 años vive con su madre enferma de cáncer. Completan el transcurrir del filme un padre ausente, una abuela intransigente y un entorno escolar donde el protagonista sufre acoso por parte de algunos de sus compañeros.


Haciendo corto el relato, una noche Conor recibe la visita de un monstruo, quien le dice que le contará tres historias en sendas visitas futuras a cambio de que él le cuente una cuarta y última historia.


Las tres historias que relata el monstruo son universales y metafóricas. Palabras que nos ayudan a reflexionar sobre aspectos transversales, sufrimientos y pesares que todo ser humano transita en algún momento a lo largo de la vida. En lo personal o en lo profesional.


La primera historia presenta una ambigüedad desconcertante que nos incita a reflexionar sobre la naturaleza de los actos y nuestra interpretación de estos. Nos advierte que la realidad no tiene por qué ser lo que aparenta. O que hay tantas realidades como miradas.


La segunda historia entrelaza conceptos complejos. La fe, la integridad y el sentido que le damos a la justicia. Nos induce a tomar consciencia de cómo podemos llegar a manipular, a manipularnos, a destruir, a destruirnos, si no somos capaces de trascender nuestro propio sufrimiento.


La tercera historia que el monstruo relata a Conor hace referencia a la necesidad imperiosa que tenemos las personas de ser vistas y reconocidas, de lo dolorosa que puede llegar a ser la invisibilidad, la mirada negada de quien nos rodea.


El monstruo ha cumplido su palabra, ahora es el turno del chico, tiene que contar su historia. Y la pregunta a la que le confronta el monstruo es: ¿Cuál es tu verdad? Tremenda cuestión.


¿Cuál es esa verdad profunda a la que ni tan siquiera nos queremos asomar? ¿Cuál es esa verdad que solo cada quien conoce y que vive en lo más profundo de nuestra sombra? ¿Cuál es esa verdad que no estamos dispuestxs a aceptar como nuestra? ¿Cuál es esa verdad que alimenta nuestra culpa o nuestra vergüenza?


Cuando trabajo con grupos de directivxs suelo finalizar la última sesión con una reflexión:

En un entorno tan exigente como el que nos toca lidiar, necesitamos imperiosamente cuidarnos. Cuidar nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra alma y también ir despojando de sentido nuestra sombra.

A partir de ahora añadiré una última reflexión para que cada quien se la deje resonar cuando crea oportuno: ¿Cuál es tu verdad?


No tengo la menor duda que, solo conociéndonos profundamente, llegaremos a nuestra mejor versión.


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