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INCERTIDUMBRE: ¿CÓMO GESTIONARLA?


Libro en playa con piedras

La incertidumbre nos saca de nuestra zona de confort, nos pone cara a cara con el miedo, la angustia y la desesperación. Y también nos puede provocar un cosquilleo que anuncia una nueva posibilidad. Probablemente, nuestra primera reacción sea combatirla, pero déjame decirte que, quizás, el remedio más efectivo sea aceptarla. Y no hablo de la aceptación como resignación, no; hablo de la aceptación como esa acción de autocuidado que nos lleva a no desgastarnos excesivamente en un mundo que, como subtitula el budismo, es en esencia impermanente.


Una incertidumbre que se asienta en la complejidad de una realidad poliédrica y cambiante, que alimenta un miedo multifacético hacia lo que pudo ser y no ha sido, ante lo que todavía no sabemos qué será o dejará de ser. Percepciones amenazantes difíciles de procesar.


"Gestionar la incertidumbre es aceptar que vivimos en un mundo impermanente y que continuamente nos vamos a ver abocadxs a salir de nuestra zona de confort".


Cada persona maneja la incertidumbre como buenamente puede, pero mi experiencia personal me ha llevado a identificar cinco tips, que para mí han sido funcionales y efectivos y hoy quiero compartirlos contigo. 



CINCO TIPS PARA GESTIONAR LA INCERTIDUMBRE


1. Identificación de las emociones. Ante una circunstancia determinada que nos pueda generar desasosiego, resulta muy útil preguntarse: ¿qué estoy sintiendo? ¿Qué emociones me está provocando? Quizás la respuesta sea rabia, tristeza, miedo… la siguiente pregunta a hacerse sería: en mi cuerpo, ¿dónde localizo esta emoción?.


Imagínate que llevas tus manos al cuello, entonces pregúntate: ¿qué es aquello que no estoy siendo capaz de verbalizar? O quizás tus manos se posan en tu estómago, luego la cuestión sería: ¿qué es aquello que me está costando digerir?


Tras esta investigación, viene fenomenal practicar sentarse ante un folio en blanco y “vaciarse”. Escribir y escribir todo lo que venga a la mente, sin cortapisas ni control alguno.


2. Cambiar el foco de atención. Según apunta la neurociencia, lxs humanxs estamos programados para centrarnos en lo negativo por nuestra propia supervivencia. Parece ser que rastreamos sistemáticamente aquello que nos circunda (en el entorno físico y también metafóricamente hablando) en busca de posibles amenazas. De esta forma, si dejamos a nuestra mente que campe a sus anchas, ineludiblemente tenderá a focalizarse en lo negativo.

Para contrarrestar esta dinámica, ayuda listar aquellos aspectos positivos que toda circunstancia que a priori tildamos de negativa puede entrañar.


3. Crear una hoja de ruta. Otra práctica que ayuda a lidiar con la incertidumbre es centrar nuestra atención en el proceso, en aquello que realmente depende de mí, en lugar de poner el foco en el resultado. Contribuye a generarnos una sensación de control y recuperar algo de confianza.


Se trata de confeccionar una lista de posibles eventualidades que nos puedan estresar y de reflexionar en cómo podríamos gestionarlas, una a una.


4. Centrarse en el presente. Con demasiada frecuencia, solemos visitar el pasado o el futuro sin detenernos apenas en el presente. Echamos de menos o nos anclamos en algo que ya pasó o bien anticipamos futuros, deseando un idílico bienestar o angustiándonos por algo que quizás nunca acabe siendo.


Un buen antídoto suele ser planificar y fijarse retos desde el presente, dibujando conscientemente una posibilidad desde este preciso momento. También ayuda hacerse preguntas del tipo ¿qué estoy haciendo justo ahora? O bien, ¿cómo estoy haciendo lo que estoy haciendo? Son preguntas sencillas, casi absurdas, pero que nos devuelven a la velocidad del rayo al momento presente.


5. Compartir y colaborar. Ante una situación que nos reta podemos reaccionar de una forma más bien alfa, confrontándola y combatiéndola, lo que nos genera cortisol a tope. O de una manera más bien omega, compartiendo y conversando, generando endorfina y oxitocina. Y mejor todavía, combinando ambas posibilidades: compartiendo y conversando qué nos sucede y cómo nos sentimos para luego activarnos, trazando y ejecutando una posible solución.


Gestionar la incertidumbre es aceptar que vivimos en un mundo impermanente y que continuamente nos vamos a ver abocadxs a salir de nuestra zona de confort. Verla como una compañera de viaje puede abrirnos a un mundo de oportunidades y generarnos un mayor bienestar.


 

“Cada variable era una posibilidad, cada posibilidad una incertidumbre, cada incertidumbre una oportunidad”.


Santiago Posteguillo



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