La culpa de la madre profesional: cómo entenderla y aliviarla
- Mercè Brey
- 20 jun
- 4 Min. de lectura
Cada mañana, miles de mujeres en el mundo se despiden de sus hijxs para dirigirse al trabajo con una punzada en el pecho. Algunas veces es pequeña, otras se convierte en una carga emocional difícil de ignorar: la culpa. ¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Les estaré fallando? ¿Estoy priorizando bien?
"La culpa materna es una emoción muy extendida entre mujeres profesionales que buscan equilibrar su desarrollo profesional con la crianza".
Si esta sensación te resulta familiar, no estás sola. La culpa materna es una emoción muy extendida entre mujeres profesionales que buscan equilibrar su desarrollo profesional con la crianza. Y aunque es comprensible, no tiene por qué convertirse en una sombra constante. Este artículo no solo busca validar lo que sientes, sino ofrecerte herramientas reales para aliviar esa carga emocional y encontrar un equilibrio más amable.
¿Por qué sentimos culpa al trabajar fuera de casa?
1. Presión social y cultural
Vivimos en una sociedad que ha idealizado una figura materna omnipresente, que está siempre disponible, sonriente, dispuesta a todo por sus hijxs. Aunque hoy muchas mujeres trabajan, esa imagen sigue viva en el imaginario colectivo y genera conflictos internos profundos.
2. Juicios externos e internos
Desde familiares que opinan sin ser consultadxs hasta la comparación constante con otras madres, la presión se amplifica. Pero a veces, la voz más dura es la propia: una crítica interna que no perdona errores ni momentos de ausencia.
3. Miedo a “perdernos algo”
La sensación de que nos estamos perdiendo etapas, primeras veces, momentos únicos, puede ser dolorosa. Pero la maternidad no es una lista de momentos específicos, sino una relación constante que se construye día a día.
Replanteando la culpa: trabajar también es cuidar
Mira a ver como sería verlo desde esta otra perspectiva. Ir a trabajar no es abandonar. Es también un acto de amor. Trabajar permite ofrecer estabilidad, oportunidades y, sobre todo, un ejemplo poderoso: el de una madre que también se escucha, se desarrolla, se construye. Lxs hijxs no solo necesitan atención, también necesitan referentes.
Varios estudios han demostrado que lxs hijxs de madres que trabajan no son menos felices ni menos cercanxs a ellas. De hecho, pueden crecer con una mayor valoración del esfuerzo, la equidad de género y la independencia emocional.
Sin pretensión alguna de ser autorreferencial, quiero contarte que soy madre de tres hijxs (ahora ya mayores). Durante años viajé por trabajo y sentí en muchas ocasiones ese remordimiento de ser una “mala madre”. Ahora, con el transcurrir del tiempo, puedo decirte que no he recibido ni un solo reproche. Todo lo contrario, siento que hemos construido una preciosa relación de respeto y amor, donde cada quien es dueñx de su espacio y siente el confort suficiente para compartir desde lo más profundo y honesto. De alguna forma, siento que la sinceridad y mostrar la propia vulnerabilidad crea un contexto extraordinario donde es posible arraigar lazos poderosos.
Herramientas para aliviar la culpa
1. Cambiar el diálogo interno
La forma en que una se habla a sí misma puede ser muy destructiva. Intentar sustituir pensamientos puede ser una gran ayuda:
“Estoy fallando” por “Estoy haciendo lo mejor que puedo”.
“Los estoy abandonando” por “Estoy construyendo un futuro para ellxs y para mí”.
La culpa se alimenta de juicios. La compasión, en cambio, nos libera.
2. Calidad sobre cantidad
No siempre podremos estar todo el tiempo. Pero cuando estemos, que sea de verdad. Sienta de maravilla establecer pequeños rituales: una cena sin pantallas, leer un cuento juntxs, un paseo al final del día. Son esos momentos los que crean conexión emocional.
3. Rodearse de apoyo
Hablar con otras madres que también trabajan. Compartir experiencias ayuda a normalizar emociones. Y si sientes que la culpa te paraliza o genera mucha angustia, considera buscar acompañamiento psicológico. Cuidarnos emocionalmente también es cuidar a nuestrxs hijxs.
4. Bajar la exigencia, no el amor
No hace falta hacerlo todo perfecto. No existe la madre perfecta, pero sí existen madres presentes, auténticas, afectuosas y también enfadosas, nerviosas y crispadas. Renunciar a la perfección es un acto de libertad.
5. Hablar con nuestrxs hijxs
Incluso lxs más pequeñxs pueden entender. Explicarles por qué trabajamos, cómo eso también es parte de nuestro amor por ellxs. Y sobre todo, hacerles saber, con palabras y gestos, que siempre estamos emocionalmente disponible (¡o lo vamos a intentar!), aunque no físicamente todo el tiempo.
No estamos fallando: estamos enseñando a volar
Ser madre no debería significar renunciar a una misma. Trabajar, desarrollarse, tener metas y sueños también es una forma de maternar. Porque cuando una mujer se cuida, también está cuidando el entorno en el que sus hijxs crecen.
La culpa, como toda emoción, tiene algo que decirnos. Está bien escucharla, pero no entregarle las llaves de nuestra vida. Hay otra manera de vivir la maternidad: una más real, más de nuestro tiempo, más amorosa… también con una misma.
Mira que frase más bonita: "Una madre que se valora también le muestra a sus hijxs cómo valorarse. No estamos fallando por trabajar; estamos enseñando a volar."