
El concepto bienestar subjetivo hace referencia a la percepción que cada persona tiene respecto a cómo está transcurriendo su vida. Por tanto, tiene una mirada desde la individualidad. Dicho llanamente, se enfoca en lo que cada unx necesita para sentirse bien.
El recorrido del bienestar subjetivo está limitado y no puede alcanzar la plenitud. Porque le falta algo tremendamente relevante: el complemento indispensable de la mirada hacia lo colectivo.
Te lo cuento con un ejemplo. Imagínate que estás sentadx en un banco, en mitad de un precioso parque. Hace buen día y te has comprado uno de esos bocadillos que tanto te gustan. Lo desenvuelves y empiezas a degustarlo. ¡Está delicioso! De repente se sienta a tu lado una persona que, intuyes, está viviendo en la calle. Va desaliñada y algo sucia. A pesar de que prefieres no prestarle demasiada atención, notas su mirada. Empiezas a incomodarte, pero te nace de lo más hondo compartir. Partes tu bocadillo, la miras y le entregas un buen pedazo con una sonrisa. Sin mediar palabra, ambxs coméis. Sientes una extraña emoción, como un vínculo que ha surgido de la nada. Por unos instantes pasas del bienestar subjetivo a algo que se parece mucho a la felicidad.
Lo llevamos ahora al ámbito de las organizaciones. Imagínate que te convocan a una de tantas reuniones en las que sueles participar. Tienes dos opciones: hacerlo desde una posición anclada en el bienestar subjetivo o bien desde la predisposición a experimentar la conexión con el grupo.
En la primera opción subyace la necesidad egoica de impactar en las otras personas o bien el pensamiento de «a ver qué me llevo hoy de la reunión». Quizás acabe siendo un buen encuentro, de esos de los que unx sale satisfechx. Pero no habremos ido mucho más allá de reconfortar nuestra individualidad.
En la segunda opción, por el contrario, trascendemos. Vamos con el interés de entregar algo al grupo, de compartir nuestro talento, de poner al servicio nuestra experiencia. Y si la entrega ha sido verdadera, la sensación de plenitud al finalizar está asegurada.
En resumidas cuentas, en el paradigma actual, vinculado a la primera opción, dar es perder. Pero en cambio, si entendemos el dar como abundancia, entonces estamos cocreando un paradigma distinto, donde las posibilidades de crecimiento y expansión son exponenciales.
Te animo a que, en la próxima reunión significativa que tengas, compartas una reflexión sobre lo que te acabo de narrar. Yo lo he experimentado en diversas ocasiones y el resultado es sorprendente. Las reuniones fluyen de una forma totalmente distinta.
¡Escríbeme y cuéntame tu experiencia!