Hace unos días escuchaba a Noreena Hertz en una entrevista en ‘Aprendemos Juntos’ de BBVA titulada “El siglo de la soledad”.
Economista de formación, Hertz ha realizado extensos estudios en torno a lo que ella llama la economía de la soledad. Argumenta que existe una enorme industria de productos y servicios que pretenden aliviar ese doloroso sentimiento de soledad que sufre una parte muy significativa de nuestra sociedad. Estamos hablando de cifras cercanas al 30% de la población.
Noreena define la soledad como aquello que sentimos cuando anhelamos conexión, cuando deseamos compañía, pero no tenemos acceso a ello. Y también como ese no sentirse vistx ni escuchadx, sentirse más bien invisible e ignoradx.
Dice Hertz que sentimos soledad en el entorno personal y que nos cuesta encontrar nuestro hueco en la sociedad. Pero que, a menudo, nos sentimos tremendamente solos, solas, en el entorno laboral. Parece ser que, según diversos estudios, más del 40% de las personas sienten soledad cuando están trabajando. Este hecho se traduce en una pérdida de bienestar que puede derivar en diversas patologías, incluido algo tan limitante como la depresión. Pero también se traduce en un impacto económico para las empresas. Porque cuando nos invade la soledad en el trabajo, nuestra motivación cae estrepitosamente y nuestra productividad también. Y, por supuesto, crece exponencialmente la posibilidad de que nos desvinculemos de la organización donde estamos trabajando.
Más del 40% de las personas sienten soledad cuando están trabajando.
¿QUÉ ELEMENTOS PROVOCAN EL SENTIMIENTO DE SOLEDAD EN EL TRABAJO?
Cabe mencionar que décadas atrás se instauró en las organizaciones una especie de mantra que dice algo así como que “al trabajo no se viene a hacer amigxs”, idea que todavía subyace en determinadas industrias y tipología de liderazgo. Y ha resultado ser una creencia del todo equivocada, pues uno de los factores más determinantes para que una persona se implique en su trabajo es, precisamente, tener alguna amistad en ese contexto.
Tampoco ha resultado un acierto en este sentido, pasar de oficinas tradicionales a espacios abiertos. Parece ser que estas praderas laborales sin obstáculos aparentes no incentivan las relaciones personales, sino todo lo contrario. Por un lado, merman la privacidad provocando que hablemos menos entre nosotrxs. Por otro lado, suelen ser espacios más ruidosos, cuya consecuencia es que las personas acaben poniéndose cascos para poderse concentrar, hecho que dificulta en mayor medida la conexión.
Y, por supuesto, la irrupción de las reuniones en línea azuza ese sentimiento de soledad que nos atrapa tras la pantalla.
Y es que los seres humanos somos, ante todo, seres sociales. Hemos vivido durante miles de años en tribus, en comunidad. Desde el inicio de los tiempos, cuando éramos cazadorxs y recolectorxs, ya vivíamos en grupo por nuestra propia seguridad. Y este aislamiento involuntario actual nos provoca un profundo malestar, una soledad que para muchas personas es casi insoportable.
CINCO TIPS PARA MITIGAR LA SOLEDAD
¿Qué está en nuestras manos para atenuar nuestra soledad o la soledad de las personas con las que trabajamos?
Pues, como siempre, la respuesta reside en la simpleza, en los pequeños detalles. Te comparto 5 tips que a mí me resultan del todo transformadores.
Comer juntxs. Un acto cotidiano y repetitivo que puede obrar milagros. Compartir mesa es uno de los acontecimientos sociales, por antonomasia, un momento íntimo que tiene la potencialidad de generar conexiones. No en vano nuestras celebraciones más preciadas siempre tienen como vector común un comer y beber en comunidad.
Ser amable. Una sonrisa, un “buenos días” un “adiós hasta mañana” son la traducción gesticular y hablada del “te veo y no te ignoro”.
Reconocer los méritos. Es la expresión de la valoración, del aprecio hacia el esfuerzo y acierto de las otras personas. Algo sencillo que nos genera un agradable sentimiento de pertenencia.
Agradecer. Del mismo modo que el reconocimiento, el agradecimiento tiene la magia de conectarnos con las otras personas. El único requisito es que sea sincero, que nazca de lo más hondo de nuestro corazón.
El contacto físico respetuoso. Me impactó profundamente escuchar de Noreena Hertz que hay personas tan necesitadas de afecto que alquilan los servicios de otros individuos únicamente para recibir abrazos. Sé fehacientemente lo impopular que es el contacto físico en entornos laborales, pero también he asistido a transformaciones hermosas cuya palanca principal ha sido el aprender a darnos un abrazo sincero entre colegas.
No quiero acabar este artículo sobre la soledad sin apuntar una reflexión:
Ser amable con uno mismo, reconocer nuestros propios méritos, agradecer las pequeñas bondades de nuestra existencia, escucharnos, discernir qué nos da sentido de vida, ser coherentes, … Dicho de otro modo: reducir nuestra dependencia de lo externo.
Conectar con nuestra propia esencia, sentirnos suficientes, contribuye enormemente a paliar ese doloroso sentimiento de soledad.